Historia Provincial Malagueña

Amigos visitantes, con estas páginas que siguen pretendo dar a conocer un poco de la riquísima y variada historia del paisaje y del paisanaje de la siempre sorprendente provincia de Málaga.

Espero que les aproveche y gracias por acercarse a estas líneas.

lunes, 7 de noviembre de 2016

FIESTAS EN MARBELLA CON MOTIVO DE LA ELEVACIÓN AL TRONO DE CARLOS IV ©


   El catorce de diciembre de 1788 era proclamado rey de España D. Carlos Antonio de Borbón y Sajonia, con el nombre de Carlos IV.

   Este hecho, como era normal en la época, hizo que las ciudades y villas celebrasen fiestas con tal motivo y Marbella, como no podía ser de otra manera, hizo las suyas, las cuales se sucedieron entre el once y el quince de febrero de 1790.

   Al parecer, debido a una serie de circunstancias ocurridas en Marbella en las fechas posteriores a la proclamación, no se pudo celebrar dicho evento en su momento, pero una vez salvados dichos impedimento por parte del Ayuntamiento, se acordó llevarlas a efecto, comisionándose a los Regidores D. Manuel Millán de Acosta y D. Alfonso Mª. Roldan y Quiñones para que se encargaran de los preparativos y que estos fueran lo más lucidos y magníficos posibles, para demostrar el amor de Marbella a su nuevo soberano.

   Así, se diligenció la organización del evento acondicionando calles y edificios, apelando a los prohombres y caballeros principales, a los jefes políticos y militares y, en definitiva, a Marbella toda a que colaborase en tan importante evento. No había casa que no tuviera colgada, aunque fuera, una tela de "seda" como homenaje.


   Los vecinos, tras leer el bando de policía publicado por el regidor D. Nicolás Antº. de Mella y Carvajal, se volcaron con entusiasmo en la preparación dicho acontecimiento adornando con arte y gracia calles y casas de la ciudad.

   En el balcón del Consistorio, en el lugar donde se debían colocar los retratos de los reyes y el pendón, se puso un magnífico dosel y los laterales hermosos pabellones: Su salón estaba ornado con espejos, lámparas de araña y bellas cornucopias en número suficiente para dar una buena iluminación.

   En la plaza mayor se instalaron algunos arcos y "...otros inventos de perspectiva que la hermoseaban."

   La casa del Alférez mayor, D. Miguel de Chinchilla Ponce de León, Caballero Maestrante de la de Ronda, que se hallaba situada en la carrera, presentaba hermosos ornatos de arquitectura y pintura, pendiendo de sus balcones bellas telas y colocado sobre en principal un dosel debajo del cual se hallaban los retratos de los reyes y en las paredes hallábanse prendidos papeles con poesías que hacían referencia a tal acontecimiento.

   Con Marbella preparada se llegó al día once de febrero de 1790, concurriendo para su disfrute no solo los marbelleros, sino que también de gran número de forasteros de los pueblos circunvecinos y ya, todos reunidos, se reunió la ciudad en el Consistorio a las tres de la tarde, cuando se diputó a los Comisarios de fiestas para que con los maceros y clarines pasaran a caballo al Alférez mayor desde su casa a las Casas Capitulares.


   Iba nuestro Alférez sobre un soberbio alazán con tocado de seda, aderezo y guarniciones de terciopelo carmesí bordado en oro y seguido de caballos de mano  bellamente aderezados y con su escudo de armas bordado, siendo acompañado por cuatro volantes y seis lacayos lujosamente vestidos.

   Al llegar a las Casas Capitulares fue llevado al salón capitular por los antedichos Comisarios, prestando una vez allí el llamada homenaje de estilo, recibió de manos del corregidor el pendón real y acompañado por el Ayuntamiento en pleno se dirigió acompañado por el corregidor y el secretario al estrado inmediato, donde descubrió los retratos de los reyes, realizando esta acción en compañía de la música interpretada por una orquesta, al igual que otra lo hizo en el exterior.

   Apelando al silencio, el Alférez mayor pronunció, con voz alta y clara, para ser oído por los de dentro y por los de fuera, las palabras

Castilla, Castilla, Castilla con el Rey nuestro Señor Don Carlos IV

palabras que inundaron de gozo a los marbelleros todos, quienes al unísono prorrumpieron en vítores a su nuevo rey, a España y a Marbella, demostrando de manera unánime la fidelidad y el afecto por la regia persona, acompañado todo por el repique de las campanas y por el tronar de las salvas de artillería realizadas desde el castillo de San Luis y por las engalanadas embarcaciones que se hallaban surtas en la bahía.

   Tras concluir este primer acto se arrojaron al pueblo allí congregado monedas de plata de diferentes diámetros con el busto del rey en el anverso y con el escudo de la ciudad en el reverso. Tras esto, montó a caballo el Ayuntamiento y precedidos por un piquete del regimiento de Caballería de la Costa, mandados por su Teniente, rompieron la marcha seguidos por una banda de música militar, por los alguaciles del Juzgado, los Reyes de Armas, siete maceros con sus correspondientes insignias.


   Presidían la comitiva el Corregidor con el Alférez mayor a su derecha, seguidos por caballos de manos, volantes, lacayos y otro personal y cerraba la dicha comitiva la Compañía de Infantería Fija de la ciudad de Marbella, mandada por su Capitán.

   Dicho espectáculo, vamos a llamarlo así, se repitió en diferentes lugares de la ciudad, en estrados colocados al efecto, como en las plazuelas de Altamirano y del Santo Cristo. Precisamente, en la de Altamirano tenía el Alférez mayor su casa  y para festejarlo en dicha plazoleta había colocado a sus expensas una orquesta con la que hacer brillar el acto en dicho lugar, l cual ejecutó algunas piezas musicales a la vez que desde los balcones de la casa se les arrojaba al pueblo monedas de plata, acreditando de esta manera su generosidad para con el pueblo y el sometimiento de sus intereses a los del rey.

   Una vez concluida la ronda por la ciudad, retornaron a las Casa Capitulares, donde se colocó el pendón real a los pies de los augustos retrato, poniendo en custodia de estos y de los que se hallaban en casa del Alférez mayor por guardias de las Compañías Fijas durante los tres siguientes días.

   Tras estos actos, los capitulares, la oficialidad concurrieron junto al Alférez mayor a la casa de este,  donde se sirvió un espléndido banquete a estos y a los eclesiásticos, militares, miembros del Ministerio de Marina, religiosos de las órdenes presentes en la ciudad y de la nobleza, nacional y extranjera, varones y mujeres, ganándose el Alférez mayor los elogios y felicitaciones de todos por su buena organización, exquisitos productos y elegancia demostrada.

   Los ciudadanos de Marbella es que siempre han sido elegantes y educados.

   A las ocho de la tarde se dio orden de encender las numerosas luminarias preparadas al efecto, lo que se hizo con repique de campanas, destacando, como no podía ser de otra manera, las Casas Capitulares, así como la del Corregidor y las de otras personas principales de la ciudad, aunque la que marcaba el máximo en la luminosidad fue, qué duda cabe, la del Alférez mayor, estando la fachada de su casa profusamente iluminada, con hachas de cera en los balcones y en las ventanas laterales del balcón principal dos luminarias que decían Viva el Rey, todo lo cual causó admiración a propios y extraños, siendo ampliamente comentado y celebrado.


   Ni que decir tiene que la Ciudad libró de sus fondos dinero para que se comprase pan y carne durante eso tres día a los pobres de solemnidad, a los jornaleros y a los encarcelados, contando para esta labor con la ayuda de los curas, de los diputados y del Personero del común.  El Alférez mayor, en un alarde de generosidad,  hizo lo propio con cuantos pobres llegaron en esos tres días a las puertas de su casa, lo que le granjeó el aplauso general.

   El siguiente día, doce de febrero, pasó la Ciudad a la iglesia parroquial, donde se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, ante el cual se cantó en acción de gracias un Te Deum, celebrando tras eso el Cabildo una solemne misa acompañada de música, concurriendo a ella, además del Cabildo, el clero, las comunidades religiosas, los jefes militares y políticos y personas distinguidas a implorar al Altísimo que los nuevos monarcas fueran una bendición para Marbella y para España.

   Lástima de implore, porque la realidad demostró que no fue el rey que España necesitaba y menos con el alto listón dejado por D. Carlos III.

   Esa tarde se hizo una novillada en la plaza mayor , a la que asistió la Ciudad asomados en los balcones, acompañados por lo más granado de la sociedad marbellí.

   Tras la novillada se sirvió un refrigerio a esas personalidades y se regaló al pueblo con gran copia de dulces y delicadezas, lo que dio paso al último acto del día doce, que fue el baile protagonizado por los individuos del gremio de matrícula, lo que hicieron ataviados con vistosos trajes "a lo turco" y que fue ejecutado sobre un tablado.

   El día trece se repitieron las novilladas durante el día y las danzas y bailes durante la noche.

   El siguiente día catorce apareció con un espléndido y muy vistoso campamento de moros junto a la Marina, los cuales iniciaron un "ataque" a un castillo, levantando trincheras y poniendo baterías, minas y paralelas, realizando disparos de artillería desde sus embarcaciones -sin carga, lógicamente, solo pólvora-, comenzando a batir el castillo a eso de las cuatro de la tarde, pero con la intención de tomarlo pro asalto, mandando el Jefe de los moros atacantes que seis divisiones, apoyadas por el fuego artillero, se acercaran a los pies del muro a la vez que se tiraban contra éste multitud de granadas, tantas que los defensores "desampararon" la banqueta, lo que fue aprovechado por los moros para asaltarlo con escalas, tan rápidamente que admiró a todos los espectadores.

   Una vez dentro del castillo, se trabó "cruenta" batalla entre ambos grupos, llegando en medio de ella un "socorro" de tropas que reforzaron a los defensores y, así, se logró rechazar a los atacantes, obligándoles a huir y haciéndoles varios "prisioneros".

   Contrariado el Jefe de los moros por este revés, marchó con sus huestes a la plaza mayor, donde había otro castillo, el cual, aunque disponía de artillería, estaba provisto de muy poca tropa, lo ue facilitó que los moros lo "asaltaran" y lo "ocuparan" Y así terminó el día catorce.

   El día quince, la tropa cristiana se situó en la plaza mayor con el ánimo de "reconquistar" la fortaleza, situando su artillería frente a ella y rompiendo el fuego con gran fiereza inició el asalto.

   Pronto comprendió el Moro su apurada situación, por lo que intentó una capitulación a condición de que se le permitiese reembarcar, lo que no aceptaron los cristianos, reanudándose las hostilidades y cuando ya estos iniciaban el asalto, los moros abandonaron precipitadamente la fortaleza, huyeron a la Marina, reembarcaron y desaparecieron del mapa, quedando el campo en manos de los cristianos.

   Más la intención de los moros era hacer creer a los cristianos que huían a África  y cuando creyeron que estos ya estaría confiados retornaron y desembarcaron, pero conocido por los vigías del castillo de San Luis, hicieron la señal de "moros en tierra" y tocaron la campana de rebato, acudiendo de inmediato la Infantería y la Caballería de la Costa, trabando "fiero combate" con ellos y cortándoles la retirada al mar. Tras la "refriega", los moros fueron vencidos y hechos cautivos, siendo "encadenados" y paseados por la ciudad.

   Todas estas "acciones de guerra" fueron ruidosamente aplaudidas por los marbelleros y visitantes, quienes disfrutaron de lo lindo de esta representación, comentándose en los corrillos de vecinos la viveza de las descargas de la artillería, de las evoluciones y lo bien que se imitó la forma de guerrear de los moros.

   De esta manera se dieron por concluidos los festejos en honor al nuevo rey en la ciudad de Marbella, destacando por encima de todo la ausencia del más mínimo desorden a pesar de elevado número de gente que se dio cita en la ciudad en esos días de fiesta, la moderación demostrada por los comerciantes en los precios y lo bien organizado que estuvo todo en honor del Rey.

   Y por encima de todo, la buena educación y el respeto demostrado por el noble y trabajador pueblo  de Marbella.

IHPMalagueñas

Málaga - 2016

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